Amanecer. Lápiz y bolígrafo sobre papel. (C) M. Iglesias. |
Es un privilegio valiosísimo conocer lugares secretos. Existen personas que saben donde se fabrican las nubes, el lugar exacto donde nace un gran río o donde se originan los vientos de marzo. Esas personas tienen la obligación de llevan estos asuntos muy en secreto. Es el fundamento de la magia. Desvelar estos conocimientos, y ellos lo saben, les acarrea consecuencias. Quizá la más grave sea la pérdida de ese privilegio. Los desposeídos del privilegio, pasado un tiempo, y resabiados como ángeles caídos, cargan sobre todos estos asuntos tachándolos de estupideces y mandangas inútiles. Nunca vuelven a tener la sensación de haber gozado del secreto mágico. En la profundidad de sus sueños sufren la desdicha. No dirán nada a nadie de sus íntimas lágrimas. Una sombra se apostará en su mirada y un rictus sórdido sustituye a su risa.
Ayer, sin ir más lejos, una de estas personas quiso desvelarme el secreto de los amaneceres. Me hice el loco. Se salvó, de momento. Copyright © M. Iglesias
2 comentarios:
Al leer el relato, me acordé de aquello que decía Rabindranath Tagore: ¡He perdido mi gotita de rocío!, dijo la flor al cielo del amanecer, que había perdido todas sus estrellas.
Trecce: Todos vamos dejando mucha inocencia por el camino de la vida. La inocencia se desgasta como una barra de tiza cuando vamos trazando una linea sobre la pared. Intentamos de muchas maneras volver a ese estado, a esa PATRIA. uN SALUDO
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