13 ene 2009

Mitorelato l4-Pastoral Insólita I-Folletín por entregas.

Pastoral Insólita - Primera Entrega

A la tía Benita se le escapó el marido al poco de nacer la monstruosa niña. Tras una fuerte y violenta pelea ella le sacudió un mandoble con el atizador de la lumbre. Sangrando y dando tumbos por la borrachera salió de aquella miserable casa una noche y no volvió. Ni se supo nada de él nunca más. Por eso dicho queda que se le escapó y se quedo con tres hijos cada cual con una tara, pues ninguno nació como Dios manda. La peor de todas era la niña. El mayor al que sin saber el motivo le habían puesto de nombre Lucipino, se fue de casa siendo aún un muchacho a trabajar de peón y mandó algún dinero. El segundo, puede que el más próximo a la normalidad, sin llegar a alcanzarla, era un apacible y tontorrón muchachote que heredó el corpachón y la fortaleza de su madre y una predisposición natural a la servidumbre. Sin motivo recibe el nombre de Abel y se queda desde niño al cuidado de las cuarenta ovejas con las que Benita saca la casa adelante, eso y sus trabajos para las casas ricas del pueblo que la tienen por trabajadora y burra de carga y en temporada hace cualquier cosa por dos duros. Digo duros, pues de esto han pasado unos años y no se había sustituido la d por la e. Abelín, como fue llamado desde chiquito, gastaba velas y hacía un número que provocaba regocijo y asco en la concurrencia; con su lengua larga las sorbía. Lo mandó Benita a la escuela. Pero ella misma lo sacaba diciendo que no tenía a nadie para andar con las ovejas.
En la mirada de Benita, adusta y triste siempre se sonsacaba una pregunta; por qué tanto dolor para ella sola. Y para colmarlo todo aquella preñez fruto de la violencia más abyecta, pues se la hizo el huido marido estando ella inconsciente de un porrazo que le dio a traición una madrugada de borrachera. Aquella preñez arrastrada y doliente le indicaba que no marchaban bien las cosas y al no tener dinero Benita no pudo ir a consulta. Nació un ser deforme con unos pequeños apéndices allí donde debían estar los brazos y las piernas, una enorme cabeza alargada con los rasgos escasamente humanos y según se supo, con el discurrir de los meses, un ser sin ninguno de los sentidos que nos ponen en relación con el mundo. Lloró Benita en las noches como sólo una madre puede hacerlo al ver el ser que había engendrado y estuvo tentada a cortar aquella medio vida en varias ocasiones. El médico le dijo que aquellos seres no duran muchos años. Pero se equivocó y la “niña”, como la llamaban entre ellos, salió adelante. Nadie en el pueblo, ni los vecinos cercanos, vieron aquel ser jamás.
Abel creció en este ecosistema. Pocos miramientos de la madre. Ásperas exigencias y sacrificios y sobre todo la presencia de la hermana deforme a la que con su ayuda la madre cuidaba, limpiaba y alimentaba con muchas dificultades y sin los miramientos asistenciales que años más tarde se tienen por normales. Abel por descuido y desatención arrastró un mal mirar desde niño. Hubiese sido suficiente una pequeña intervención y se le hubiese desprendido un párpado pegado en su ojo derecho. La dejadez y abandono lo catalogaron como tuerto y todo lo sazonó él con una indumentaria de pordiosero maloliente y sucia. (Continuará)
Segunda entrega: Lunes 26 de Enero.
Mientras, para los privilegiados que puedan ir a los Madriles este enlace http://www.espadademadera.com
El teatro siempre nos fascina, pero este...

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