21 ene 2009

Mitorelato-14 Pastoral Insólita II Folletín por entregas









Como en todo folletín, en esta segunda entrega, aparecen las primeras ilustraciones, en algún caso, enriquecen el texto, en otros estas imágenes pueden ser motivo de polémica e inutilidad.


El tiempo arruina todo. La maleza se adueña de los escenarios.







2


Terminé el relato la semana pasada mintiendo. Don Florentino, el párroco, y el médico Don Evélio sí vieron a la criatura deforme. El primero se acerco una tarde, meses después del parto y bautizó a “la niña” de la Benita, allí en la propia casa, con agua en una cuenco. Con la discreción secular del gremio no comentó con nadie nada, pero regreso a la casa parroquial impresionado. Me he enterado en el Juzgado de Paz que la pusieron por nombre Angustias. En cuanto al médico es el que mejor conoce la situación clínica del ser, llegando a manifestar en sus círculos próximos que no había visto cosa semejante en toda su carrera.

El misterio y la ignorancia fueron tejiendo el mito de la niña de la Benita” y comenzaron a dotar al ser de atributos y cualidades. Unos decían que tenía dos cabezas, otros que era un engendro del demonio y por tanto le otorgaban pezuñas, cuernos. Así, entre que era un castigo o una advertencia de Dios, el fruto de una actividad endogámica e incluso peor, el resultado de practicas inconfesables, se fue construyendo con el tiempo un halo de misterio, superstición e incluso repulsión. La casa de la Benita y sus dos hijos, ya apartada del pueblo, se fue convirtiendo en una ínsula miserable.
Fue pasando el tiempo y la gente, que se rige por flujos y costumbres, se acomodó a la anormalidad. Al rapaz Abel le preguntaban por su padre. Contestaba que su padre estaba en Madrid trabajando. Abel como quedó dicho fue poco a la escuela. Su aspecto se embruteció con la pubertad y sus andares de garrulo, su ojo cerrado y sus cejas juntas motivaron las chanzas y las bromas cuando llego a mozo y atravesaba el pueblo con el puñado de ovejas. Había entrado a formar parte del paisaje, del ir y venir, como las nubes, como los calores y las heladas. – Qué Abel ¿ vas con las novias?, o aquella en la que él esbozaba una larga sonrisa cuando le decía Felipe el panadero: Abel, La Ciprianica ha preguntado por ti, y él contestaba aquello de que si -La Ciprianica quiere algo que lo pidiera. Ni que decir que la Ciprianica era la moza lozana, guapa, redonda y sonrosada que tarde o temprano aparece en esas latitudes . Las mujeres del pueblo saludaban a Abel el pastor como quien saluda al tren de lejos, soltándole alguna broma que él asumía con resignado buen humor o alguna rabieta sin importancia. El cartero fue de los pocos del pueblo que alcanzó con Abel cierta proximidad, sin llegar a la amistad. Cuando lo veía, medio en broma y con mucha mala uva, le saltaba con referencias zoofilicas. Y es que una tarde de sol templado creyó ver al pastocillo con una corderita en brazos sentado en una ribera . Este acontecimiento marcó la incipiente trayectoria sexual de Abel. Como sucede siempre, la colmena enfermiza que es un pueblo pequeño, generó un quiste sebáceo y ruin que amasaba todo junto , sin miramientos, inmisericorde en la persona del mozo. No es que fuera pura maldad. Era la brutalidad medioambiental. Así cualquier referencia gruesa de hedonismo en las charlas del bar era traída asociada con los amoríos lanares de Abel.


Lo único que el muchacho sentía era el desamor de la madre. Sus arrebatos de ira. La desesperación. Se le fueron metiendo en el cerebro los terribles gritos inhumanos de "la niña," en mitad de la noche. Las blasfemias y lamentos. El hedor insoportable a todas las miserias del mundo almacenadas entre cuatro tapiales. (Continuará)

Próxima entrega: 2 de Febrero 2009

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