27 ene 2009

Mitorelato 14-Pastoral Insólita III Folletín por entregas


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La vida de Abel discurría sin sobresaltos. Sacaba el ganado de la tenada y lo llevaba a pastar por los lugares que había recorrido desde niño. Vestía un mono azul recolector de mugre. El pelo descuidado y largo se apelmazaba por una gorra verde de propaganda que como el resto de la indumentaria mudaba poco. Su manera de hablar era atropellada. Se le entendía mal. Su vocabulario, escaso y trastabillado, se sustentaba en frases hechas y lugares comunes. Empezó a sentirse mejor en soledad. Compartir caminata por los prados con algún convecino le creaba desasosiego. Empezó a tener algunos problemas con los propietarios de fincas y prados. Daba por descontado que no hacía mal a nadie. Rastrojeras, algún resto de maíz o alfalfa, siempre ocurría lo mismo, él ofrecía dinero que no tenía. Siempre la misma frase - no se preocupe usted que yo le mando lo que valga. Las ovejas no le daban nada. Disgustos y cuatro perras de la subvención. La Benita no quería ni verlas. Con cualquiera que hablaba en la calle más de cuatro palabras, dos eran para pedirle que convencieran a su hijo que quitara las ovejas que solo le acarreaban disgustos y pérdidas. Cuando Abel necesitaba dinero se lo pedía, casi en secreto, al corresponsal del Banco que llegaba los martes por la tarde. Cuando La Benita se enteraba montaba en cólera y lo reñía y hasta golpeaba como a un niño. La pensión de la madre, en esa casa, era todo. Abel aguantaba las broncas de su madre y por costumbre y práctica las dejaba de oír como quien apaga con un botón los sonidos de un aparato de radio.
Él entraba varias veces al día a ver a la niña. Le hablaba y le contaba lo que había escuchado por el pueblo, hacía esto siempre a escondidas de su madre. Mantenía con la niña un monólogo largo. En esas ocasiones tartamudeaba menos. Le pasaba su mano sucia por la cara y esta lanzaba unos gritos guturales y se movía convulsiva. No se sabía muy bien si era debido a que lo reconocía, cosa poco probable, o una respuesta igualmente violenta, como el resto del mundo ante la presencia del muchacho. La mano se le llenaba de babas de aquel ser repulsivo y escasamente humano. Empezó a sacar el cuerpo deforme del camastro donde se encontraba postrado y tras la casucha, en una zona alejada de miradas extrañas, la tendía al sol de primavera y la estrechaba en sus brazos como hacía con sus corderos. Cierta tarde apareció de improviso la madre y arrebatada por la ira golpeó a Abel con un palo abriéndole una de sus pobladas cejas. Abel aguantaba esa ira que no comprendía silencioso, conteniéndola por temor y miedo. Y en cuanto tenía ocasión repetía la ceremonia de sacar a aquello que era su hermana a la luz del sol.
En las fiestas se lavaba y se cortaba el pelo. No conseguía quitarse del todo el olor penetrante de las ovejas. En el baile los mas considerados y con ganas de risas le preguntaban por sus novias. El cartero insistía con la vieja canción y él despachaba a todos con un desplante silencioso. Solo cuando las cosas se sacaban de quicio Abel salía corriendo y lanzaba gritos agudos de impotencia, apretaba los puños y contenía las lágrimas y la rabia. En alguna de esas ocasiones se quedo con las ganas de revolverse y ...

Miraba de lejos a las muchachas en el baile, con su jarrita de vino en la mano y soñaba, claro que soñaba.

Aquel año en San Blas el cartero no pudo contenerse y abrió un paquete que llegaba a nombre de Abel. Descubrió el misterio que lo había mantenido en vilo varios meses. Lo que recibía el pastor, Abel, el hijo de la tia Benita, en los paquetes embalados no eran otra cosa que películas pornográficas. Y de las caras. (Continuará) Próxima entrega Lunes 9 de Febrero

21 ene 2009

Mitorelato-14 Pastoral Insólita II Folletín por entregas









Como en todo folletín, en esta segunda entrega, aparecen las primeras ilustraciones, en algún caso, enriquecen el texto, en otros estas imágenes pueden ser motivo de polémica e inutilidad.


El tiempo arruina todo. La maleza se adueña de los escenarios.







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Terminé el relato la semana pasada mintiendo. Don Florentino, el párroco, y el médico Don Evélio sí vieron a la criatura deforme. El primero se acerco una tarde, meses después del parto y bautizó a “la niña” de la Benita, allí en la propia casa, con agua en una cuenco. Con la discreción secular del gremio no comentó con nadie nada, pero regreso a la casa parroquial impresionado. Me he enterado en el Juzgado de Paz que la pusieron por nombre Angustias. En cuanto al médico es el que mejor conoce la situación clínica del ser, llegando a manifestar en sus círculos próximos que no había visto cosa semejante en toda su carrera.

El misterio y la ignorancia fueron tejiendo el mito de la niña de la Benita” y comenzaron a dotar al ser de atributos y cualidades. Unos decían que tenía dos cabezas, otros que era un engendro del demonio y por tanto le otorgaban pezuñas, cuernos. Así, entre que era un castigo o una advertencia de Dios, el fruto de una actividad endogámica e incluso peor, el resultado de practicas inconfesables, se fue construyendo con el tiempo un halo de misterio, superstición e incluso repulsión. La casa de la Benita y sus dos hijos, ya apartada del pueblo, se fue convirtiendo en una ínsula miserable.
Fue pasando el tiempo y la gente, que se rige por flujos y costumbres, se acomodó a la anormalidad. Al rapaz Abel le preguntaban por su padre. Contestaba que su padre estaba en Madrid trabajando. Abel como quedó dicho fue poco a la escuela. Su aspecto se embruteció con la pubertad y sus andares de garrulo, su ojo cerrado y sus cejas juntas motivaron las chanzas y las bromas cuando llego a mozo y atravesaba el pueblo con el puñado de ovejas. Había entrado a formar parte del paisaje, del ir y venir, como las nubes, como los calores y las heladas. – Qué Abel ¿ vas con las novias?, o aquella en la que él esbozaba una larga sonrisa cuando le decía Felipe el panadero: Abel, La Ciprianica ha preguntado por ti, y él contestaba aquello de que si -La Ciprianica quiere algo que lo pidiera. Ni que decir que la Ciprianica era la moza lozana, guapa, redonda y sonrosada que tarde o temprano aparece en esas latitudes . Las mujeres del pueblo saludaban a Abel el pastor como quien saluda al tren de lejos, soltándole alguna broma que él asumía con resignado buen humor o alguna rabieta sin importancia. El cartero fue de los pocos del pueblo que alcanzó con Abel cierta proximidad, sin llegar a la amistad. Cuando lo veía, medio en broma y con mucha mala uva, le saltaba con referencias zoofilicas. Y es que una tarde de sol templado creyó ver al pastocillo con una corderita en brazos sentado en una ribera . Este acontecimiento marcó la incipiente trayectoria sexual de Abel. Como sucede siempre, la colmena enfermiza que es un pueblo pequeño, generó un quiste sebáceo y ruin que amasaba todo junto , sin miramientos, inmisericorde en la persona del mozo. No es que fuera pura maldad. Era la brutalidad medioambiental. Así cualquier referencia gruesa de hedonismo en las charlas del bar era traída asociada con los amoríos lanares de Abel.


Lo único que el muchacho sentía era el desamor de la madre. Sus arrebatos de ira. La desesperación. Se le fueron metiendo en el cerebro los terribles gritos inhumanos de "la niña," en mitad de la noche. Las blasfemias y lamentos. El hedor insoportable a todas las miserias del mundo almacenadas entre cuatro tapiales. (Continuará)

Próxima entrega: 2 de Febrero 2009

13 ene 2009

Mitorelato l4-Pastoral Insólita I-Folletín por entregas.

Pastoral Insólita - Primera Entrega

A la tía Benita se le escapó el marido al poco de nacer la monstruosa niña. Tras una fuerte y violenta pelea ella le sacudió un mandoble con el atizador de la lumbre. Sangrando y dando tumbos por la borrachera salió de aquella miserable casa una noche y no volvió. Ni se supo nada de él nunca más. Por eso dicho queda que se le escapó y se quedo con tres hijos cada cual con una tara, pues ninguno nació como Dios manda. La peor de todas era la niña. El mayor al que sin saber el motivo le habían puesto de nombre Lucipino, se fue de casa siendo aún un muchacho a trabajar de peón y mandó algún dinero. El segundo, puede que el más próximo a la normalidad, sin llegar a alcanzarla, era un apacible y tontorrón muchachote que heredó el corpachón y la fortaleza de su madre y una predisposición natural a la servidumbre. Sin motivo recibe el nombre de Abel y se queda desde niño al cuidado de las cuarenta ovejas con las que Benita saca la casa adelante, eso y sus trabajos para las casas ricas del pueblo que la tienen por trabajadora y burra de carga y en temporada hace cualquier cosa por dos duros. Digo duros, pues de esto han pasado unos años y no se había sustituido la d por la e. Abelín, como fue llamado desde chiquito, gastaba velas y hacía un número que provocaba regocijo y asco en la concurrencia; con su lengua larga las sorbía. Lo mandó Benita a la escuela. Pero ella misma lo sacaba diciendo que no tenía a nadie para andar con las ovejas.
En la mirada de Benita, adusta y triste siempre se sonsacaba una pregunta; por qué tanto dolor para ella sola. Y para colmarlo todo aquella preñez fruto de la violencia más abyecta, pues se la hizo el huido marido estando ella inconsciente de un porrazo que le dio a traición una madrugada de borrachera. Aquella preñez arrastrada y doliente le indicaba que no marchaban bien las cosas y al no tener dinero Benita no pudo ir a consulta. Nació un ser deforme con unos pequeños apéndices allí donde debían estar los brazos y las piernas, una enorme cabeza alargada con los rasgos escasamente humanos y según se supo, con el discurrir de los meses, un ser sin ninguno de los sentidos que nos ponen en relación con el mundo. Lloró Benita en las noches como sólo una madre puede hacerlo al ver el ser que había engendrado y estuvo tentada a cortar aquella medio vida en varias ocasiones. El médico le dijo que aquellos seres no duran muchos años. Pero se equivocó y la “niña”, como la llamaban entre ellos, salió adelante. Nadie en el pueblo, ni los vecinos cercanos, vieron aquel ser jamás.
Abel creció en este ecosistema. Pocos miramientos de la madre. Ásperas exigencias y sacrificios y sobre todo la presencia de la hermana deforme a la que con su ayuda la madre cuidaba, limpiaba y alimentaba con muchas dificultades y sin los miramientos asistenciales que años más tarde se tienen por normales. Abel por descuido y desatención arrastró un mal mirar desde niño. Hubiese sido suficiente una pequeña intervención y se le hubiese desprendido un párpado pegado en su ojo derecho. La dejadez y abandono lo catalogaron como tuerto y todo lo sazonó él con una indumentaria de pordiosero maloliente y sucia. (Continuará)
Segunda entrega: Lunes 26 de Enero.
Mientras, para los privilegiados que puedan ir a los Madriles este enlace http://www.espadademadera.com
El teatro siempre nos fascina, pero este...

12 ene 2009

Tiempo para leer.Adalbert Stifter




El sendero en el bosque Adalbert Stifter l805/1868 Es un librito de 154 páginas. Editado por Impedimenta.
Lo abrí con cierto recelo "Uno de los narradores más extraordinarios, enigmáticos, secretamente audaces y excepcionalmente apasionantes de la literatura universal"Thomas Mann. ¡Bueno! Pero para mi sorpresa he descubierto a este checo nacido en 18o5 y que depresivo, se quito la vida el 25 de Enero de 1868. Entre esas dos fechas discurrió su vida que fue desgraciada pero que sirvió para que como escritor nos legara este relato que ahora recomiendo: El sendero en el bosque.
Mecido por las ideas del romanticismo, Stifter nos cuenta con sencillez e inocencia narrativa, la peripecia de Tiburius Kneight, un mentecato ricachón y aburrido que gracias a ese Sendero en el bosque se transforma en un hombre alegre y dichoso. ¿Metáfora?, claro. Pero, y ahí reside su valor útil para ver aplicaciones en nuestra existencia al día de hoy, como hombres mentecatos modernos a la busca de un sendero en el bosque tomarlo y cambiar nuestra vida.
Peter Handke resulta su valedor contemporáneo.
Solo para "picar" curiosidades van unos párrafos iniciales:
Todo esto que voy a contar aquí es ni más ni menos lo que le ha sucedido a mi amigo (Tiburius Kneight) al atravesar el sencillo sendero de un bosque. Porque hay que advertir que el señor Tiburius, de joven, era un gran mentecato; y nadie que le hubiera conocido en aquel tiempo hubiese creído que él llegaría a tomar aquel sendero. Esta historia es demasiado simple; y si yo la cuento es solo para que pueda serle útil a ciertos hombres equivocados y para que puedan extraer de ella alguna utilidad. A. Stifter.
Hay tantos y tantos escritores a los que no llegaremos a leer. Por desconocimiento, por imposibilidad. La vida es demasiado corta. Estos "accidentes" y descubrimientos son pequeñas satisfacciones para compartir con los amigos de Venus y Janóbriga.




4 ene 2009

Mitorelato 13-Ritual del Concierto


Uno de mis hijos, el pequeño, cumplirá dieciocho años el mes próximo. Me ha acompañado una vez más en esa especie de rito que consiste en ver por televisión el Concierto de Año Nuevo desde el Wiener Hofburg. A pesar de la "intempestiva" madrugada ha dejado su cama y se ha mudado al sofá saludándome con un lacónico buenos días. Con los primeros compases del Danubio Azul me ha dirigido una mirada cómplice. Esta vez no he sabido descifrar la mirada: Emoción, agradecimiento, "felicidades padre", o como si en un último y mítico ritual fuese una despedida.

Hace unos años note algo parecido en su descreimiento en los Reyes Magos. Será que ahora ya ha descubierto que el Danubio no es...Azul.(C) M.Iglesias

2 ene 2009

Clint, ¡Alegrame el día!

Diez años atrás Eastwood realizó Midnight in the Garden of Good and Evil, y a continuación True Crime (Ejecución inminente). Las menciono y recuerdo para entramar el comentario de su último estreno El Intercambio, película que tiene sus luces y sombras pero que no deja indiferente y confirma que Clint es una de las agarraderas que mantenemos los que nos gusta el cine. Un personaje femenino echandole arrestos: Huida del padre del crio, el trabajo de la mujer y la atención del niño en una época muy complicada, la desaparición de este, el enfrentamiento de esta Madre Coraje contra los estamentos corruptos de la policía, el trágala del cambiazo. Pero en medio, un episodio que me lleva a catalogarla película de terror; El asesino psicópata de niños, los juicios simultáneos de criminal, corruptos, y... aquí Eastwood intenta reconsiderar la utilidad o no de la pena capital ofreciendo la secuencia de la ejecución patética y grotesca del asesino en serie ante los corazonesdesgarrados de las madres(Por eso me acuerdo de True Crime. El buen director americano insiste una vez mas sobre la imperfección( corrupción) del sistema policial e incluso jurídico, aplicable en EEUU o en UE. Una buena película, ya lo dijo el maestro, se hace con tres cosas: Un buen guión, un buen guión y un buen guión. Aquí es donde El Intercambio me parece que tiene sus defectos. No obstante tine interes, con asuntos de plena actualidad, incluso cercanos. Con los planteamientos de la lucha de la mujer por hacerse oír en una época sumamente complicada. Pero el reverendo radiofónico, su aparición, cual Superman en el psiquiátrico, los lentos testimónios de profesores y compañeros del pequeño, el abogado altruista, y sobre todo, la estupidez de los corruptos, me han dejado perplejo. Angelina llora. Luce sus morritos y una vez pasado los terribles disgustos parece afrontar el futuro con entereza, un bonito sombrero, un buen empleo y un lápiz de labios de primera. Puestos a imaginar ¿quienes hubiese sido más Madre Coraje?Cate Blanchett? Jodie Foster? Espero con interes la última pelicula de Eastwood, y que su naturaleza le permita seguir los pasos de D. Manoel de Oliveira, por el bien del cine.
Calificación *** Digna

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