25 abr 2009

Mitorelato 18- Pérdida

Luego se fue corriendo, intercalando en la carrera pequeños saltitos de alegría, a la pata coja, como únicamente las niñas saben hacerlo. Aquella fue la última merienda de mi mano, con interminables bocaditos, de sorbos prorrateados de la botella de agua. Han pasado los años y ese instante, diáfano y preciso, me produce una profunda melancolía, una sensación de pérdida. Para ella no significó nada. Ni siquiera recordó nunca aquello que me dijo: papá, me voy a jugar con los mayores, ¿vale? (C)

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