27 ene 2010

Mito Relato 38.- Lapidación

Foto: Séptimo Sentido
Agarro un lapicero y una libreta de la mesilla de noche, a oscuras. Me meto en el cuarto de baño y anoto los detalles de aquel sueño.
Es un movimiento imprescindible para intentar atrapar lo que de otra manera , como nieve arrojada a una hoguera, desaparecería en un instante.

Presencio, con otros muchos compañeros de trabajo, una de esas reuniones en las que la empresa, por medio de sus dirigentes sin escrúpulos azuzan y manipulan, impregna de temores el futuro, lanzan incontestables directrices, objetivos y metas. Una palabrería ardua que se hace monótona, como un trueno lejano que anuncia la más apocalíptica tormenta. Por turnos sueltan sus monólogos; el director general, el adjunto, el jefe comercial. Cientos de ojos los miran con asco. Abundan los rostros de apretadas mandíbulas de rabia. Son ellos, los sentados en el escenario, en esa representación y pantomima, los culpables de todos los errores. Amenazan con despidos, piden redoblados esfuerzos, sacrificios soeces. Ellos allí arriba tan seguros, tan fuertes. Escucho la intranquilidad de los espectadores en los asientos. Sobrevuelo la gran sala. En un momento dado todo se ilumina con una potente luz anaranjada. Todo el mundo se incorpora en silencio. Mecánicamente cada persona saca, no se muy bien de donde, una piedra, del color de una mandarina . Yo tengo la mía, todas parecen tener semejante tamaño, y con la facilidad y la fuerza que se tiene en los sueños, la arrojo con increíble puntería contra la cabeza del director general. En el mismo momento del impacto todos los presentes arrojan con saña una lluvia de piedras sobre los directivos. Se escucha en el escenario unos breves quejidos y gritos de pánico. El estruendo hueco de las piedras sobre los cuerpos inertes deja paso a un pavoroso silencio. La luz naranja envuelve la salida del público asistente. Yo, en mi sobre vuelo, me sentía como nunca me he sentido despierto.

Ya digo, el despertador oscureció la luz naranja del sueño. Y aquí estoy, sin ningún sentido de culpabilidad, afeitándome...Delante del espejo. (C) M Iglesias

2 comentarios:

Carlos García Valverde dijo...

El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra... y que afine la puntería: no siempre se atina con aquel que más se merece la pedrada. En todo caso, la lapidación, aunque sea tan surrealista como esta que tú sueñas/describes, bien merecida se la tienen algunos...

MANUEL IGLESIAS dijo...

Carlos; Confieso que fue un sueño. Evito estos espectaculos en la vida real, hace tiempo. Me narraron lo que ocurrió hace unos días. Me pregunté Si pudiera, en plena libertad ¿Qué haría ante estos tipos?. El asesinato onírico como obra de arte. Libertad moral, como la que aplican ellos en sus decisiones. Sin conciencia, sin moral, una pedrada, seca, contundente

Busca nuestras entradas